sábado, 7 de julio de 2007

La fe llueve montañas

Uno, que es bolivariano y se las tira de intelectualoso, debe leer e investigar lo que es la ideología bolivariana. Pero dónde, si Bolívar no escribió más que proclamas y discursos, amén de sus cartas. Me parece, de todas formas, que en esos materiales hay poco que sacar para plantearse una ideología, una teoría. Así que ni corto ni perezoso me puse a leer los carajos que Bolívar leyó. Que si Rousseau, que si Voltaire… en un libro de Voltaire (no sé por qué coño no los escriben Rusó y Volter) llamado “Diccionario Filosófico” me encontré con la definición de “fe”. Me interesó por lo del terremoto de 1810, lo de “si la naturaleza se opone…” y las relaciones Bolívar-Iglesia. La definición me parece arrechísima y creo que el padre Vidal, en vez de andar haciendo programas malos y trillados, debería explicar un poco en qué anda la iglesia católica con respecto a la fe, por ejemplo. Os dejo con el camarada Volter, el mismo de la canción aquella de “Y Volter, Volter, Volter a tus brazos otra vez, yo sé perder, yo sé perder, quiero Volter, Volter, Volter”.

FE. Un día el príncipe Pico de la Mirandola encontró al papa Alejandro VI en casa de la cortesana Emilia, mientras que Lucrecia, hija del padre santo, estaba de parto, y cuando se dudaba en Roma si el niño era del papa o de su hijo el duque de Valentinois, o del marido de Lucrecia, Alfonso de Aragón, que pasaba por impotente. La conversación empezó ya llena de gracia. El cardenal Bembo refiere una parte de ella. “Mi querido Pico, dijo el papa, ¿a quién crees tú padre de mi nieto?”-Yo creo que vuestro yerno, respondió Pico. -¡Hombre! ¿Cómo puedes creer semejante tontería? -La creo por obra de la fe. -¡Pero no sabes perfectamente que un impotente no hace hijos? -La fe consiste, respondió Pico, en creer las cosas precisamente porque son imposibles: sin contar que el honor de vuestra casa exige que el hijo de Lucrecia no pase por ser el fruto de un incesto. Vos me hacéis creer, por lo demás, en misterios más incomprensibles. ¿No es preciso que esté convencido de que una serpiente ha hablado, que desde entonces, todos los hombres fueron condenados, que la burra de Balaam habló y muy elocuentemente, y que los muros de Jericó cayeron al son de unas trompetas?” Pico enfiló seguidamente toda una serie de kiries a propósito de las muchas cosas admirables que creía. Alejandro se desplomó sobre un sofá a fuerza de reír. “Yo creo todo eso como vosotros, dijo cuando pudo hablar, pues sé perfectamente que no puedo ser salvado sino por la fe y que no lo seré por mis obras. -¡Ah, padre santo!, replicó Pico, vos no tenéis necesidad ni de obras ni de fe. Eso es preciso sólo para los pobres profanos como nosotros; pero vos, que sois vice-Dios, vos podéis creer y hacer cuanto os plazca. Vos tenéis las llaves del Cielo; y, sin duda, san Pedro no os dará con la puerta en las narices. En cuanto a mí, os aseguro que tendré necesidad de una poderosa protección si, no siendo sino un pobre príncipe, me hubiese acostado con mi hija y si me hubiese servido del estilete y de la cantarela (615) tan frecuentemente como Vuestra Santidad.” Alejandro VI entendía de bromas: “Hablemos en serio, dijo al príncipe de la Mirandola. Dime, ¿qué mérito se puede tener por decir a Dios que se está persuadido de cosas de las que, en efecto, no hay medio de estar persuadido? ¿Qué satisfacción podría causar esto a Dios? Entre nosotros, creer lo imposible de creer, es mentir.” Pico de la Mirandola hizo un gran gesto marcando una cruz, exclamando: “¡Por Dios paternal, Santidad! Creo que no sois cristiano. -No, a fe mía, dijo el papa. -Me lo imaginaba”, acabó Pico de la Mirandola.

(615) Del puñal y del veneno. «Cantarela», diminutivo de «cántara» (de kantaros, copa).

No hay comentarios.: