jueves, 22 de noviembre de 2007

Bolívar Vs. Sucre



El Libertador dijo que había arado en el mar. Autocrítica más despiadada no conozco. Me parece que Simón Antonio de la Santísima Trinidad se pasó de severo y tengo pruebas. Con lo de arar en el mar se refiere, interpreto, a que nadie le paró bola a su obra, a que nadie siguió su ejemplo. Al Mariscal lo mataron vilmente por seguir con su práctica el ejemplo de Bolívar. Hubo otros, anónimos desgraciadamente, que también siguieron ese camino. Cito de nuevo el libro del Guáshinton del Sur. Me parece curioso que nombren a la tropa, presentándola como una desinteresada masa pensante y no como audaz carne heroica de cañón. Ahí van entonces estos episodios que demuestran que el compatriota Bolívar no aró totalmente en el mar, cuando mucho en la orilla, y que más de uno siguió su ejemplo. Lástima que hoy, en los tiempos actuales, ninguno de los que se llaman bolivarianos o socialistas del siglo veintiuno siga ese ejemplo como la tropa lo hizo en el siglo diecinueve. Los seguidores e imitadores de Chávez con sueldazos del gobierno, harían lo propio si en vez de ponerse franelas y gorras rojas imitaran a Bolívar, a Sucre y, por supuesto, al Ché.


«LA GENEROSIDAD DE BOLIVAR Y DE SUCRE
No terminaremos estos cuadros, en que aparecen unificados en una acción común los dos más grandes hombres que en el siglo produjo la América intertropical sin consignar algunos de los rasgos más característicos de su proverbial generosidad.
Conocido de todos es el desprendimiento verdaderamente sublime, porque fue real y efectivo, con que el Libertador rehusó el millón de pesos que puso a su disposición el Congreso del Perú como pago contante de su libertad. Pero en los siguientes interesantes rasgos, contados por un testigo presencial, podrá valorizarse cuán espontánea e irresistible en aquellas dos almas era la virtud del desprendimiento personal, sin la cual es imposible que haya un grande hombre cabal.

LA LLAVE DE LA SILLA DE ORO DE BOLÍVAR

“No pasaron muchas horas —dice, en efecto, el secretario del general Sucre, después de contar la suntuosa entrada del Libertador a La Paz, cabalgando un bridón cochabambino cuajado de oro— cuando una comisión de la Municipalidad vino a presentar atentamente al Libertador una primorosa llave de oro, como figurando que con ella había de abrir esa tarde la puerta del palenque. Cortésmente agradecido al presente, y retirándose que hubo la comisión, anduvo la llave de mano en mano, arrancando justos aplausos por lo delicado y perfecto de su artístico trabajo. En ese momento acertó a entrar en el salón el muy eminente sacerdote D. Pedro Antonio Torres, capellán del Libertador y vicario general del ejército, y como uno de tantos, tomó la llave y elogiaba no sólo el valor, sino lo acabado de la obra. Pidióla en seguida el Libertador, y con una frase fina y jovial, aludiendo a las llaves de San Pedro, le dijo que en ninguna mano estaría mejor que en la suya, y se la obsequió.
“Con tal motivo, recordó los otros objetos que, en testimonio de afección, le habían sido dedicados a su entrada en la ciudad. Inmediatamente ordenó que la áurea montura íntegra fuese llevada a casa del general Sucre para su uso particular. Cuando éste la recibió, dispuso que tal como había venido, fuese acomodada en su cajón, y en su nombre se remitiera al general Lara, que se hallaba en Arequipa, lo que puntualmente fue ejecutado. Suerte semejante cupo a la preciosa guirnalda de oro, que, pasada la solemnidad con que le fue presentada al Libertador, la cedió éste el mismo día al Gran Mariscal de Ayacucho, quien como glorioso y digno monumento la obsequió al insigne general Córdoba.
“Semejantes rasgos de desprendimiento probarán una vez más que si a la altura de las almas elevadas no suben nunca las viles pasiones, como el odio, la venganza, el rencor, la perfidia, menos pueden ser contaminadas por el vicio más sórdido, como es la avaricia: el desinterés, la abnegación, la generosidad, son su noble divisa. La vida de Bolívar y Sucre hacen palpable esta verdad”.
Y esto que dice el buen secretario es una verdad absoluta como la luz. Y sin ir más lejos, véase cuál fue la obra y cuál la fama del sucesor de Sucre en Bolivia, el cicatero Santa Cruz, que por más que diga el deán Valdivia, que le ofreció una vez cigarros, es cosa de tradición constante que nunca los compraba, viviendo del pedido que de ellos hacía a sus ayudantes.


LA GUIRNALDA Y LA PLUMA DE ORO DEL GENERAL SUCRE

Una demostración análoga a la de Bolívar en La Paz había hecho antes de la llegada de éste al Alto Perú el general Sucre en Cochabamba, dando así tema para esta nobilísima nota, que ofrecemos como un digno modelo a todos los que deseen educar a la juventud en los grandes ejemplos de la virtud, del desinterés y del verdadero patriotismo:

“Potosí, a lº de octubre de 1825.

“A la M. I. Municipalidad de Cumaná:
“En medio de los favores que la fortuna ha querido dispensarme en la guerra del Sur de Colombia y en la del Perú, jamás he tenido sentimientos más agradables que los recuerdos de la tierra de mi nacimiento. Yo no decidiré cuál objeto me ha estimulado más en mis trabajos militares: si el patriotismo, la gloria o el anhelo de buscar la paz con la esperanza de que ella me restituya donde mis amigos de la infancia. Puedo asegurar que Cumaná nunca se separó de mi corazón.
“Después que una espléndida victoria llenó en el Perú los votos del Ejército libertador, con cuyo mando he sido lisonjeado, fue mi sagrado deber presentar memorias de amor y respeto a la República: nuestros trofeos están remitidos al Gobierno Supremo; y satisfecha esta agradable obligación, vuelvo los ojos a mi país para cumplirla también. Pongo, pues, en manos de US. Muy Ilustre una guirnalda de oro que me regal6 Cochabamba al entrar en aquella ciudad; la cual no tiene otro valor que ser el sencillo presente de un pueblo entusiasta por la causa de América, y destinada a un cumanés que ha venido a obtenerla combatiendo constantemente por su libertad, con las armas de Colombia, a dos mil leguas de su patria.
“El colegio de Cochabamba me obsequió una pluma de oro para que mis hijos escribiesen las glorias de Ayacucho: yo la destino con mucho más placer a que con una pluma de oro de Potosí escriban mis paisanos las páginas brillantes que caben a Cumaná en la historia de la Revolución, y los sacrificios heroicos de un pueblo generoso en la guerra de la Independencia.
“Dígnese US. Muy Ilustre aceptar la distinguida consideración conque soy su muy respetuoso y obediente servidor. —A. J. DE SUCRE”.

Y véase cómo estos raros pero fecundos ejemplos descendían al pueblo, al subalterno, al soldado y a todo el ejército. “Y aun criminal omisión culpable —dice a este respecto el autor de los Recuerdos del tiempo heroico— sería dejar de consignar un rasgo de admirable generosidad con que los soldados colombianos de la primera división quisieron agregar un timbre más a las glorias de sus banderas en el primer aniversario de Ayacucho. El Sr. Lara participó al Gran Mariscal que la muy ilustre Municipalidad y propietarios de Arequipa regalaron el 9 de diciembre a los soldados colombianos de su división, vencedora en Ayacucho, mil quinientos pesos, y que la tropa, dando las gracias por este obsequio, solicitó que se le dejase emplear este dinero discrecionalmente. Habiéndosele concedido, los batallones Rifles y Vargas dieron su parte a la Casa de Huérfanos, y Vencedores y Húsares al colegio de educandas”».

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Mardito rey






El camarada Chávez no deja de sorprenderme. Una vez hizo reír a Jorge Arreaza, su yerno, ante las cámaras. A mí se me cayeron las medias del asombro cuando lo vi cagao de la risa en medio de su programa. Hay que reconocer que no fue fácil para el comandante, tuvo que mandar a buscar una foto en la que aparecían juntos Adán y Chávez cuando niños. Lo que causó risa entre todos los presentes, Jorge Arreaza (en mi casa lo llamamos cariñosamente “Funerario”) incluido. En un aló presidente desde Cuba, mató a su anfitrión. Después tuvo el mismísimo Fidel en persona vía telefónica que desfazer el entuerto de su comandante Chávez. Lo último que hizo fue lo más sorprendente de su carrera: que el rey de España, por primera vez en su larga y variada vida diplomática, actuara de manera espontánea. Sin protocolo, alfombra roja, corona o discursos escritos. Me parece que fue por eso que nadie le paró bolas al monarca y se tuvo que ir en media reunión, sin que nadie, después de ese desaire, le parara bolas.
Una vaina sí quedó clara: el rey no trata a nadie de usted sino de tú. Eso me decepcionó mucho como maracucho, pensaba que los reyes hablaban, como nosotros, de vos. Algo así como: “y vos, su majestad, cómo amanecisteis” y que él respondiera “y vos, ¿por qué no os calláis? Lo cierto es que los reyes de España sólo pueden ser tratados de tú por una selecta élite nada democrática llamada Los Grandes de España. Estos glandes los tratan, además, de “primos”, cosa que como maracucho me reconfortó un poco. A los demás mortales en territorio español los hacen callar, entre primos y reyes, cuando les da la gana. No hace mucho un juez emitió una orden para confiscar los números de la revista “El Jueves” porque le mamaban gallo al príncipe de Asturias, don felipito, y a su esposa, la Leti. El magistrado que emitió la orden de captura de la tal revista lo único que logró fue que se agotara en un dos por tres y no se logró la confiscación de ningún ejemplar. En una página de subastas de Internet llegaron a pagar 500 euros por un número de los “confiscados”. Otra cagadita del juez fue que mandó a confiscar los moldes de imprenta de la revista, que fueron obtenidos en formatos jpeg o doc en un sidí. La publicidad que recibió El Jueves no fue gratuita, tuvieron que pagar una multa franquista, cara e injusta.







Antes de que España perdiera su autonomía monetaria circulaban las pesetas. Hay que reconocer que ese es un nombre feo, me refiero al de pesetas, pero más feas eran en persona: en algunos billetes aparecía la trompa del Juan Carlos, en otro el camarada Hernán Cortés, la vedett Pizarro y hasta el caballerito Cristóbal Colón. No veo ninguna diferencia entre poner a Jítler o a estos genocidas (aquí hago la salvedad de que no me refiero al actual rey) en el papel moneda. En otro billete aparecía el príncipe de Asturias, tan feo que ni lo voy a comentar. En las monedas aparecía la cara del buen mozo de Francisco Franco con la leyenda “Caudillo de España por la Gracia de Dios”, en otras aparece el inefable Juan Carlos. Una verdadera apología al genocidio era la numismática española antes del euro. Dinero Sangriento.










La carátula del rey aparece en otro vergueral de cosas, como en las estampillas de correo, una verga horrenda recibir una carta con esa cara. Su retrato está, además, en embajadas, cuarteles militares, oficinas públicas, la revista ¡Hola!, textos escolares… eso lo llamaban cuando Stalin “Culto a la Personalidad”, si no me equivoco. Di Martino y Manuel Rosales no le llegan ni por las patas al emperadorcito en eso de la autopromoción a pesar del entusiasmo que ambos le ponen a la vaina.




No hace mucho ocurrió un incidente muy desagradable en España que involucró al Ensemble Gurrufío. En esa oportunidad, sin ninguna razón, los devolvieron a Venezuela con el pasaporte sellado con una prohibición de entrada a la madre patria desde un aeropuerto en el que hacían escala. Los músicos iban invitados a tocar; ni de turismo ni traficando. Tenían hasta la invitación oficial con firmas y con sellos consigo. Qué va. Los devolvieron, pero antes, los revisaron y los humillaron.
La monarquía española tiene una particularidad, que hasta para una monarquía es conservadora. Me refiero al derecho Sálico. Este subterfugio impide que las mujeres sean monarcas del reino. Solo pueden ser los varones. Fijaos que Felipito no es el mayor de los hijos de Don Juan y se comenta en la corte, que es el único que no es tarado de la prole real. Como la vida es tan mardita, Felipín sólo ha tenido hijas. Al parecer lo del dicho derecho lo van a cambiar, lo que muestra que el populismo no duerme.
Otro asunto que mi perversa mente relacionó con la espontaneidad del rey, fue el del programa de televisión en el que una supuesta italiana nos cayó a verga en nuestro propio patio. Llamó a los venezolanos vagos, borrachos, ladrones y pare usted de contar. Parecía poseída por el espíritu de Carmen Bohórquez hablando mal de mí. Esa vez no pasó nada. Nadie se pronunció de manera oficial al respecto. Yo esperaba que la embajada italiana hubiera fijado posición, o la casa Italia por lo menos. Me imagino qué hubiese pasado si en vez de meterse con los venezolanos se mete con los judíos. O que alguien se hubiera puesto a hablar güevonadas de los italianos en Italia. Estoy seguro que se hubiera prendido un verguero monumental de trascendencia internacional, pero aquí, con esta dictadura sangrienta, no pasa nada.
Lo del Puma Zapatero es especialmente sorprendente. Defendió a Aznar a capa y espada de las calumnias del dictador Chávez. Su único argumento era que a Aznar lo habían elegido los españoles, dejando entrever de manera redundante que a Chávez no lo eligieron los españoles: lo eligieron los venezolanos. Al rey, en cambio, no lo eligió nadie, lo puso en el trono el mismo caudillo de España por la gracia de Dios que aparecía en las monedas. El Puma Zapatero, en medio del verguero le llegó a hacer señas al rey manoteando como diciéndole “¿Por qué no se calla Su Sacra y Real Jeta Su Majestad?”

lunes, 12 de noviembre de 2007

la cultura sí tiene precio

Dos personas me dijeron que por qué no vendo mis libros (una de las maneras de medio ganarme la vida es la venta de libros) por el blog. No me pareció mala idea, así que pondré algunas portadas de los libros que andan por ahí realengos y loquitos porque los lean con los precios de sus respectivos rescates. Los precios solamente en bolívares fuertes. Se acepta cualquier forma de pago siempre que no sea a crédito: cesta tiquets, depósito bancario, trueque... cualquier información a quevivachaveznojoda@gmail.com. La lista se irá cambiando puesto que la existencia es muy limitada y libro vendido, libro puesto.




Este bicho vale tres fuertes fuertes.





Este librillo vale seis fuertes fuertes.







Esta joyas valen veinte bolos cada una.

domingo, 11 de noviembre de 2007

El Cañadiense




Hay una costumbre muy difundida en toda la humanidad que consiste en escribir sobre determinado asunto acaecido en determinada fecha el día mismo, es decir la fecha en que se celebra. Día del árbol y aquel verguero de artículos sobre nuestras amigas las plantas; que si la batalla de no sé dónde coño y aparece un artículo que comienza quejándose de la poca difusión que tiene esa fecha, tan memorable y tan decisiva en la lucha de no sé qué otra verga. Este inmediatismo mediático impide que los artículos contengan algún tipo de reflexión seria o interesante. Siempre la misma mierda con las mismas pretensiones patrióticas de todos los años. Pero en este país cualquiera que tenga un contacto en un periódico escribe lo que le da la gana que se lo publican en “la página de opinión”. En estos días el camarada Choncho escribió un artículo en pornorama en el que trataba el tema de la lealtad.
Yo, que todos los días trato de conquistar el mundo y soy más vago quer coño, apenas voy a escribir del compatriota Urdaneta. En la república bolivariana solamente en el Zulia es celebrado su natalicio. Con día libre y todo. Cualquier embarque en cuestiones de trabajo está plenamente justificado en la tierra del sol amada. Por ahí (no sé por qué se escribe así si se pronuncia porái) había un billete de 20 en verde y negro con la esfinge de Urdaneta y la batalla naval der lago del otro lado. Creo que Urdaneta está entre los billeteables (personalmente sacaría a Simón Rodríguez del imaginario billetérico. Tengo entendido que le tenía animadversión al dinero), así como creo que Páez no. De los billetes hablaré en otra oportunidad y sigo con El Brillante. Hay un autor llamado Juan Tinoco que se expresa de Urdaneta en los siguientes términos: “Bravura, sin gesticulaciones; fidelidad, sin entrelíneas; desinterés, sin balances ni contrapartidas; patriotismo, sin condiciones, son los cuatro vientos que soplan en su cuadrante; las cuatro coordenadas en la geografía espiritual de éste que fué casi un extranjero en nuestro mundo de ayer; que es un antípoda, en nuestro mundo de hoy; que será un fabuloso atlante, en nuestro mundillo de mañana, que ya está a las puertas...”
Urdaneta es un desconocido en su tierra. Sé de pocas personas, de las muchas que habitan Maracaibo, que hayan ido al museo Urdaneta o que sepan dónde está. En el museo se exhibe el cálculo renal que, según el mito, acabó con su existencia. A mí me echaron el siguiente cuento: el primer director que tuvo el museo era, en el momento de su fundación, dadaísta. Lo del cálculo renal no es más que una broma dadá en plena casa de un prócer. Esa versión cuenta con apoyo médico ya que ningún urólogo certificaría la veracidad del cálculo ni por error de cálculo.
La muerte de Urdaneta es narrada por Juancho Tinoco en estos términos: “Y pues no se muere sino tal como se ha vivido, sin que cuenten ni valgan fe de erratas ni atriciones in extremis quien vivió como bueno tuvo una buena muerte. Antes de entrar en la agonía, ha ordenado a su familia devolverle al Gobierno los sueldos que se le habían adelantado para su viaje, a los que no creía tener derecho. Y ésta es la única disposición testamentaria del que «sólo deja una viuda y once hijos en la mayor pobreza»”. Este último acto del prócer, que a muchos les puede parecer heroico, a mí me parece una irresponsabilidad máxima para con su familia. En nuestros días le saldría LOPNA. Como lo heroico no quita lo valiente haré una proposición utilizando el único método de la escritura que domino casi a la perfección: otro párrafo.
Propongo ante los 10 ociosos que leen esta paginita la “Misión Urdaneta” que ha de ser la encargada de combatir la corrupción. Me imagino el logo de la misión con Urdaneta con cara de arrecho, el sable desenvainado en una mano y la pistola en la otra. La sede principal estaría ubicada en La Cañada de Urdaneta, en la mismísima casa natal del héroe epónimo.
Rafito era más bolivariano que Bolívar. Por algo lo llamamos “Er Brillante” y lo llamaron “El oficial más sereno”. Como dije, Ralph es un desconocido en su propia tierra y lo único que dicen sus defensores es que no nació en Maracaibo sino en la casa natal que reparó coprozulia. El camarada Tinoco cita, y con esto dejo de fastidiar por ahorita, una semblanza desconocida, por lo menos para mí, de Fucho. Se basa en un tal Charles Stuart Cochrane, comodoro de los días previctorianos: “«El general Urdaneta merece que se le llame gente de buen tono, y haría un papel distinguido en la mejor sociedad de Londres. Es un hombre particularmente hermoso, bien educado, de las más cumplidas maneras y que se pirra por la indumentaria más que ninguno de nuestros dandys de Hyde Park.»”.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Súper Sucre




Mis champúes de cultura incluyen lecturas de historia y vidas, proezas y milagros de nuestros próceres. Ésos que nos dieron patria. En la librería que está en el Teresa Carreño me encontré un libraco de la colección Ayacucho intitulado “El Washington del sur”. Las comparaciones son odiosas, pero este autor se pasó, puesto que se trata de un libro sobre el compatriota Mariscal de Ayacucho. La historia sin embargo absolvió al insolente exegeta: en Ecuador la moneda se llamaba sucre y ahora circula el dólar gringo con el retrato del Sucre del norte por un lado y el in gad güi trost del otro. A pesar del odioso título, el libro es más bueno que el carajo y más curioso aún. Contiene un montón de documentos que prueban algunas de las hazañas del prócer. Me llamó la atención una carta en especial que no voy a comentar porque la reproduzco íntegra más un comentario del autor del libro. Sólo diré que se la di a leer a una pana que es feminista y se debe haber leído toda la obra de Adriana Falachi y Simón de Bobuá pa ver qué me decía. La empezó a leer. Al rato, cuando le pregunté que qué le había parecido la misiva, me contestó que se había quedado dormida.



EL GENERAL SUCRE Y LA MONJA DE SANTA MÓNICA
Como nos aproximamos ya rápidamente al desenlace de la admi­nistración paternal de Bolivia por el general Sucre, debemos consignar también aquí un rasgo de su gobierno, que su secretario relata con par­ticular fruición, publicando el siguiente curioso documento, que él ha podido conservar inédito en su archivo durante cerca de sesenta años.
Es la petición que una monja arrepentida del convento de Santa Mó­nica de Chuquisaca le dirigió desde el claustro de su angustiosa y forzada cautividad, la cual, en un lenguaje digno de Eloísa, dice de esta manera:
“Excelentísimo señor general Libertador Antonio José de Sucre.
“Venerado Padre de la Patria:
“Desde la tumba de inocentes e indiscretos seres; desde el solita­rio recinto de un funesto claustro, albergue sólo de la inocencia, y para mí cubierto de las horrendas sombras de la noche del pesar, del horror y del tormento; de entre estos muros espantosos, cuya vista recuerda sin cesar al alma mía que, nacida libre, sociable y señora de sí misma, para huir del mal y buscar mi dicha, sufro un cautiverio espantoso en el reinado de la libertad, y arrastro una cadena, cuando en el último ángulo del continente sólo existen fragmentos de las que oprimían al Nuevo Mundo, yo me atrevo a elevar mi clamoroso ruego, acompañado de torrentes de lágrimas; me atrevo, digo, a elevar a los piadosos oídos de V. E. las quejas de una víctima del fanatismo, de la violencia, del respeto, del engaño, de la inexperiencia y de la debilidad; y me es lisonjero esperar de un héroe que ha consagrado su vida, su sangre, sus intereses y quietud a la libertad de la patria y al bien de los hijos de América, que no se desdeñará de echar una mirada de compasión sobre la más desgraciada de los mortales.
“En la tierna edad de quince años, cuando la débil voz de mi razón apenas bastaba para conocer mi propia existencia, incapaz de calcular mis verdaderos intereses, ni de pesar el valor y arduidad de los tremendos votos que emiten al Señor las vírgenes que se consagran a la solitaria vida del claustro, una monja, con ascendiente sobre mi espíritu, por el respeto que inspira la edad, el hábito religioso, la idea de la santidad y por la gratitud que debía a sus caricias y beneficios, empezó la obra fatal de conducirme a la habitación del dolor y de la desesperación misma; ella me presentó las sendas del claustro cubier­tas de flores y de los encantos de la paz y de la dicha; pero me ocultó las punzantes espinas que deben arrancar lágrimas de sangre a las almas que no poseen un temple heroico, capaz de sobreponerlas a los más fuertes impulsos de la naturaleza; ella calló que una alma no persuadida e incapaz de ser humana y elevarse a la perfección de la vida monástica, era condenada en los claustros a llamas devoradoras, a tormentos atroces; ella calló que fuera de los claustros se puede, tanto como en ellos, agradar al cielo, y agradarle sin perjuicio de la natura­leza: sin luces, sin experiencia, tímida, llena de prestigios y promesas, no cumplidas hasta el día, tuve que ceder aun cuando una imperiosa voz me decía desde lo más profundo del alma: ¿qué haces? ¡detente! Presté, pues, un sí fatal; pero acercándose el día horrible de mi profe­sión, manifesté a mi madrina, la señora doña Mercedes Gil, mi absoluta repugnancia; la manifesté también a los ministros del Altar que diri­gían mi conciencia: mis lágrimas, mis sollozos, mi gemir continuo, así lo publicaban; pero por causas que aún debo callar, víctima desgraciada, fui conducida al altar del sacrificio. El Padre de los seres, ese justo Dios a quien yo no puedo engañar jamás, sabe que, en quince años transcu­rridos desde entonces, el coro, el claustro, la ófrica celda, han sido otros tantos lugares donde, en vez de los cantares que les dirigen las vírgenes libremente comprometidas, yo no he hecho sino derramar lágrimas y apelar a su misericordia de la violencia y de las leyes violadoras de la naturaleza, que me han impuesto un yugo que detesto, y privándome de servirle y de servir a la sociedad fuera de estos fatales muros. Mis confesores, todas las monjas y las personas del siglo que han merecido mi confianza, todas saben, señor, que no he dejado de mirar el hábito que visto como santo y dichoso para ciertas almas, pero como un ger­men de desgracias para mí ¡Ah, quién me lo diría!
En este estado, para no concluir mis funestos días en la deses­peración; para no atacar por mí misma una existencia abominable, mientras es con tanta opresión de mis derechos, inclinaciones y sen­timientos; es al héroe de Pichincha y Ayacucho, al que venció los déspotas porque no hubiese tiranía, al que defendiendo la libertad y los derechos de la Naturaleza, al que allá en su corazón ha hecho juramento solemne ante los hombres de proteger al afligido, al que ha comprobado que posee una alma justa y sensible, a él es, señor, ~ quien apelo, y ruego por la presente que, consultando sus profundas luces y la ley salvadora que se ha publicado, preste un remedio a quien protesta probar cuanto expone y a quien, si logra romper sus cadenas, será eternamente reconocida a V. E.; de lo contrario, está resuelta a ser la víctima del claustro.-INÉS”.
No necesitamos agregar que el general Sucre accedió a las súplicas de la martirizada monja de Santa Mónica, de Chuquisaca, que si no había sabi­do arrepentir a un San Agustín, se había arrepentido a tiempo a sí propia.
“La lectura de tan sentido escrito -dice el secretario que tan románticamente lo ha conservado- no dejó de impresionar el ánimo del general Sucre, y lo decidió a proteger con la ley a esa compasible víctima de la inexperiencia. En consecuencia de ello, y practicados los trámites prescritos por la ley de secularización, se abrieron las puertas del monasterio a la cautiva del claustro, y complacida salió a gozar de su libertad y derechos, bendiciendo al Congreso y al Gobierno; así lo acreditó, llevando en el siglo vida ejemplar”.
Cuando leí esto lo primero que se me vino a la mente fue Súper Sucre. Un súper héroe, con su capa y los interiores por fuera como súperman. Con unas patillotas como en los retratos. En fin, el deshacedor de entuertos de Cumaná.