domingo, 11 de noviembre de 2007

El Cañadiense




Hay una costumbre muy difundida en toda la humanidad que consiste en escribir sobre determinado asunto acaecido en determinada fecha el día mismo, es decir la fecha en que se celebra. Día del árbol y aquel verguero de artículos sobre nuestras amigas las plantas; que si la batalla de no sé dónde coño y aparece un artículo que comienza quejándose de la poca difusión que tiene esa fecha, tan memorable y tan decisiva en la lucha de no sé qué otra verga. Este inmediatismo mediático impide que los artículos contengan algún tipo de reflexión seria o interesante. Siempre la misma mierda con las mismas pretensiones patrióticas de todos los años. Pero en este país cualquiera que tenga un contacto en un periódico escribe lo que le da la gana que se lo publican en “la página de opinión”. En estos días el camarada Choncho escribió un artículo en pornorama en el que trataba el tema de la lealtad.
Yo, que todos los días trato de conquistar el mundo y soy más vago quer coño, apenas voy a escribir del compatriota Urdaneta. En la república bolivariana solamente en el Zulia es celebrado su natalicio. Con día libre y todo. Cualquier embarque en cuestiones de trabajo está plenamente justificado en la tierra del sol amada. Por ahí (no sé por qué se escribe así si se pronuncia porái) había un billete de 20 en verde y negro con la esfinge de Urdaneta y la batalla naval der lago del otro lado. Creo que Urdaneta está entre los billeteables (personalmente sacaría a Simón Rodríguez del imaginario billetérico. Tengo entendido que le tenía animadversión al dinero), así como creo que Páez no. De los billetes hablaré en otra oportunidad y sigo con El Brillante. Hay un autor llamado Juan Tinoco que se expresa de Urdaneta en los siguientes términos: “Bravura, sin gesticulaciones; fidelidad, sin entrelíneas; desinterés, sin balances ni contrapartidas; patriotismo, sin condiciones, son los cuatro vientos que soplan en su cuadrante; las cuatro coordenadas en la geografía espiritual de éste que fué casi un extranjero en nuestro mundo de ayer; que es un antípoda, en nuestro mundo de hoy; que será un fabuloso atlante, en nuestro mundillo de mañana, que ya está a las puertas...”
Urdaneta es un desconocido en su tierra. Sé de pocas personas, de las muchas que habitan Maracaibo, que hayan ido al museo Urdaneta o que sepan dónde está. En el museo se exhibe el cálculo renal que, según el mito, acabó con su existencia. A mí me echaron el siguiente cuento: el primer director que tuvo el museo era, en el momento de su fundación, dadaísta. Lo del cálculo renal no es más que una broma dadá en plena casa de un prócer. Esa versión cuenta con apoyo médico ya que ningún urólogo certificaría la veracidad del cálculo ni por error de cálculo.
La muerte de Urdaneta es narrada por Juancho Tinoco en estos términos: “Y pues no se muere sino tal como se ha vivido, sin que cuenten ni valgan fe de erratas ni atriciones in extremis quien vivió como bueno tuvo una buena muerte. Antes de entrar en la agonía, ha ordenado a su familia devolverle al Gobierno los sueldos que se le habían adelantado para su viaje, a los que no creía tener derecho. Y ésta es la única disposición testamentaria del que «sólo deja una viuda y once hijos en la mayor pobreza»”. Este último acto del prócer, que a muchos les puede parecer heroico, a mí me parece una irresponsabilidad máxima para con su familia. En nuestros días le saldría LOPNA. Como lo heroico no quita lo valiente haré una proposición utilizando el único método de la escritura que domino casi a la perfección: otro párrafo.
Propongo ante los 10 ociosos que leen esta paginita la “Misión Urdaneta” que ha de ser la encargada de combatir la corrupción. Me imagino el logo de la misión con Urdaneta con cara de arrecho, el sable desenvainado en una mano y la pistola en la otra. La sede principal estaría ubicada en La Cañada de Urdaneta, en la mismísima casa natal del héroe epónimo.
Rafito era más bolivariano que Bolívar. Por algo lo llamamos “Er Brillante” y lo llamaron “El oficial más sereno”. Como dije, Ralph es un desconocido en su propia tierra y lo único que dicen sus defensores es que no nació en Maracaibo sino en la casa natal que reparó coprozulia. El camarada Tinoco cita, y con esto dejo de fastidiar por ahorita, una semblanza desconocida, por lo menos para mí, de Fucho. Se basa en un tal Charles Stuart Cochrane, comodoro de los días previctorianos: “«El general Urdaneta merece que se le llame gente de buen tono, y haría un papel distinguido en la mejor sociedad de Londres. Es un hombre particularmente hermoso, bien educado, de las más cumplidas maneras y que se pirra por la indumentaria más que ninguno de nuestros dandys de Hyde Park.»”.

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