miércoles, 25 de julio de 2007

cumpleaños de Bolívar

Ayer fue el cumple de Bolívar, o como me comentó un pana recién llegado de Luisiana “The Saimon Dólar birdei”. Esto último no me lo crean y olvídenlo, plis. Como es el aniversario del natalicio todos hablan maravillas de él y uno tiende a creer que nadie ha hablado mal nunca de Bolívar, que a Bolívar se le amaba o se le admiraba. Como de Sucre no se habla ni bien ni mal, ni en el natalicio ni en el muertelicio, uno puede creer lo mismo. El otro día recomendé el libro de Rumazo de Sucre (son dos personas) y, qué casualidad, en él hay un documento muy arrecho donde le ponen el acento a la i de Bolívar y casi le ponen diéresis a la u de Sucre. En este pequeño fragmento hay una pequeña demostración, pa que no se me aburra la gente, de lo ladilla que se pone Rumazo a veces.
Para ponerme ladilla yo antes que Rumazo, comentaré alguna güevonaíta bien traída por los pelos, que es la arrechera que me da cuando empiezan los escuálidos a comparar a Chávez con Bolívar. Marditosesos, no les diera una diarrea. Fíjense que si cambiamos los nombres del artículo citado y donde va Bolívar ponemos Chávez y donde dice Sucre ponemos el nombre de mi unigénito, tenemos una noticia de El Nazional en dos siglos exactos después, el 1º de junio del 2030, claro que al chamo no me lo joden así en el mundo de los celulares y los internetes.
Desde aquí le enviamos al camarada Bolívar un sapo verde tuyú y una ay qué noche tan preciosa. Con un día de retraso en la fecha, pero Bolívar sabrá perdonármelo.
«Esa noche debieron de dormir los viajeros en el pueblecillo de Mercaderes, pobre, de casas pintadas de un blanco ya sucio. Era el primero de junio. Una fecha histórica, palpitante. Porque en aquella fecha, muy lejos, en Bogotá, el periódico El Demócrata (Número 3. del martes 1 de junio de 1830) anunció concretamente el crimen y hasta señaló al criminal. Lo hizo para dar la noticia a tiempo a quienes la esperaban y para producir el desconcierto en los demás. Era un golpe político. El artículo decía: “Acabamos de saber, con asombro, por cartas que hemos recibido por el correo del Sur, que el general A. José de Sucre ha salido de Bogotá (1), ejecutando fielmente las órdenes de su amo, cuando no para elevarlo otra vez, a lo menos para su propia exaltación sobre las ruinas de nuestro Gobierno. Antes de salir del departamento de Cundinamarca empieza a manchar su huella con ese rumor pestífero, corrompido y ponzoñoso de la disociación ... Bien conocíamos su desenfrenada ambición, después de haberle visto gobernar a Bolivia con poder inviolable; y bien previmos el objeto de su marcha acelerada, cuando dijimos en nuestro número anterior, hablando de las últimas perfidias de Bolívar, que éste había movido todos los resortes para revolucionar el sur de la República ... Va haciendo alarde de su profundo saber. Se lisonjea de observar una política doble y deslumbradora. Afirma que los liberales y pueblo de Bogotá es lo más risible, lo más ridículo que ha visto. En fin, osa decir, denunciando sus aleves intentos, que si todos los pueblos son así, está seguro de cantar victoria en todos ellos ... Se burla de que se piense en la restauración del orden, y manifiesta su conato, su decisión de separar los pueblos del Sur ... Él tiene razón cuando dice que en vano se procura restablecer el orden; él está al cabo de todos los planes para insurreccionar las tropas; él mismo es un agente de la intriga ... Ya empiezan a germinar las consecuencias de no haberse permitido al pueblo el 7 del corriente amarrar a todos los factores descubiertos y ocultos del motín, que dio ocasión a la alarma de aquel día, para juzgarlos y castigarlos, probados que hubiesen sido sus crímenes ... Los pueblos del interior, que sirven obedientes al Gobierno y sin peligro, no tendrían motivo de armarse; pero, afortunadamente, se levantan batalladores con que auxiliar, si fuere preciso, a nuestros compatriotas del Sur, bien oprimidos aún por el general Flores. Las cartas del Sur aseguran también que ya este general marchaba sobre la provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso general José María Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los invencibles pastusos. Puede ser que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar...” ¿Obando solamente?
Esto se publicaba en Bogotá, tres días antes del crimen.»
(1) Es ingenuo estampar que no se supo en Bogotá el viaje de personaje de tanta monta. ¡Sus amigos, sobre todo sus enemigos, le seguían, y muy de cerca! Era entonces Bogotá una ciudad pequeña, de unos cuarenta mil habitantes, donde todo se averiguaba y todo se sabía sin demora.

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