miércoles, 7 de enero de 2009

Roque Dalton porque sí

Hay un poeta salvadoreño llamado Roque Dalton que es considerado por muchísimos panas míos, que saben que jode de poesía, muy panfletario y, un poeta menor. He dicho que no me gusta la poesía, pero la de Roque Dalton sí. Eso confirma lo que dicen estos amigos míos, porque tampoco sé mucho de poesía que se diga. Recuerdo que a Lydda Franco no le gustaba y no me dejaba leérselo cuando le leía vainas.

De más decir que trato infructuosamente de copiarme este estilo y que publico a Roque con la excusa de que me gusta mucho para no escribir nada y quedar bien dentro de mi proverbial haraganería. Dilo, Roque:

Sucesos de 1969

A Ricardo Arrieta.

No es necesario jurar que lo que narraré aquí es un hecho realmente ocurrido. Los incrédulos podrán consultar los diarios salvadoreños del primer semestre de 1969.

En San Salvador hay un zoológico. Se encuentra en un parque más bien bonitillo en la zona sur de la ciudad. Como San Salvador debe tener cerca de medio millón de habitantes, el tamaño del zoológico -una superficie de unas cinco, seis, siete u ocho manzanas- es bastante satisfactorio, sobre todo si hacemos las comparaciones del caso con los zoos de otras ciudades mayores, el de La Habana, por ejemplo, para no ir muy lejos, que viene siendo una cagadita.

En el zoológico de San Salvador, en una jaula de la sección número uno de micos y monos, habita desde hace varios años un mandril bautizado por el público con el nombre genérico que a los mandriles suelen dar en varias zonas centroamericanas, es decir, Pavián. Lo que habla muy mal de la imaginación popular o muy bien de la haraganería salvadoreña, pues habría sido preferible un nombre más personal, más tibio o más emparentado con la historia del género humano. Pavián se hizo muy famoso entre los asistentes asiduos al zoo, por su desfachatada (y muy aplaudida) costumbre de mostrar su pene a las mujeres, actividad en que el feo animal ha mostrado una persistencia francamente pasmosa.

Hay que decir que el zoológico es uno de los paseos más concurridos de San Salvador, fundamentalmente porque para entrar en el y recorrerlo no hay que pagar un solo centavo. Los cines en cambio son carísimos, los teatros no existen y a los bares no puede uno llevar a los niños.

La concurrencia de la mencionada actividad erótico-animal, por un lado, y la afluencia del público al zoo, determinada por las condiciones sociales y económicas del pueblo salvadoreño, por el otro, hicieron de Pavián un ser famoso, como nunca antes lo fuera un mandril de la familia “Culo de guinda”.

En los meses de abril y mayo de 1969 aparecieron en la prensa diaria de El Salvador diversas informaciones acerca de la compra de nuevos ejemplares para el zoo salvadoreño, efectuada en diversos criaderos y zoológicos de los Estados Unidos, por el Director de aquél, un arquitecto de jardines cuyo nombre se me escapa por el momento. Entre los anunciados osos hormigueros, serpientes, druilas y cebras, llamó especialmente la atención la noticia de la compra de una mona mandrila, destinada -según declaración expresa y evidentemente orgullosa del director- a convertirse en la esposa de Pavián.

El diario El Mundo, Propiedad de una sociedad Anónima a la que Pertenecen algunos de los más importantes personajes del Gobierno salvadoreño actual, editado y dirigido por un joven poeta y escritor de cuentos de ciencia-ficción (que se graduara como abogado en Bologna, y fuera posteriormente diplomático por El Salvador ante te los gobiernos de Italia, República Federal Alemana, etc., lo cual habla de un nivel mayor que la simple alfabetización), tomo en sus manos la tarea de efectuar, en torno al simiesco enlace, lo que suele llamarse una promoción publicitaria.

Con tal objetivo, dicho periódico convocó a un concurso infantil (“exclusivamente para los niños salvadoreños”) consistente en buscar un nombre para la innominada prometida de Pavián. Entre los niños que coincidieran en proponer el nombre que tuviera más adhesiones, se efectuaría un sorteo y se escogería a diez triunfadores que serían convenientemente premiados.

Convenientemente para la tesorería de El mundo, digo yo, porque el mismo anuncio de los premios indicaba -según un nivel normal de apreciación- que la cosa no ameritaba mayores entusiasmos. El primer premio consistiría en una bicicleta mexicana, el segundo premio en un par de zapatos, el tercero en no se qué y ya el décimo venía siendo cualquier cosa, un tubo de caramelos o una suscripción a El Mundo por dos semanas. Nada de viajes a Europa con todo y familia, o casas de cien mil dólares o automóviles Mercedes Benz.

Duramente algunas semanas, El Mundo dedicó abundante espacio a informar sobre los avances del concurso. Un día se anunció que las reinas de belleza de varias entidades nacionales constituirían el tribunal de honor que haría el recuento de los votos para los nombres propuestos y que efectuarían en seguida el sorteo entre los adherentes al nombre ganador. Días después se precisó la fecha en que se anunciarían los resultados del concurso y los nombres de los triunfadores.

La repartición de premios se fijó para la mañana de un domingo de mayo que suelen ser espléndidos en El Salvador con un ceremonial a efectuarse precisamente frente a la jaula de Pavián y su esposa. La noche del sábado inmediatamente anterior, un conocido mariachi de San Salvador ofrecería una serenata a los nuevos cónyuges. Una serenata en privado, se puntualizaba. Inexplicablemente A menos que...

Por fin Llegaron los días esperados. En la edición correspondiente al sábado de la serenata, víspera de la premiación, El Mundo, anunció en primera plana, con caracteres de escándalo: “La Novia de Pavián se llamaría Reinalda, por mandato de los niños de El Salvador”. Al parecer los niños salvadoreños habían creído justo colocarle a la inmediata media naranja de Pavián, el nombre del personaje de la canción popular, bastante high camp a pesar de su contemporaneidad: Reinalda, la de la minifalda. El Mundo cerraba la información invitando a sus lectores para la ceremonia del día siguiente.

Yo, que me enteraba de todo este proceso precisamente por medio de las páginas de El Mundo, me sorprendí vivamente cuando a partir de aquella invitación, de un día para otro, desaparecieron todas las menciones con respecto al concurso y la ceremonia de premiación.

Sin embargo, me tranquilicé pensando que toda aquella actividad debió haber quedado tan pálida y grotesca a la vez, que habría caído en el mas total y merecido fracaso del mundo y que El Mundo, habiendo visto cumplidos sus propósitos publicitarios con el barullo armado desde sus páginas, había decidido olvidarse del asunto. Reinalda y Pavián -seguí pensando- pasarían de nuevo a la pequeña gloria dominical consistente en salpicar de erotismo primitivo el paseo finisemanal de las familias obreras y artesanas de San Salvador, sin saber que habían sido por algunas semanas, en las paginas de El Mundo los principales disputadores de espacio tipográfico frente a los colosales astronautas yanquis, las colosales matanzas yanquis en Vietnam y los colosales asesinatos de los drogadictos de Nueva York.
¡Pobre de mi, qué lejos estoy del corazón de mi patria! Por las informaciones de otros periódicos salvadoreños, cables de la prensa internacional, cartas de testigos presenciales y otras yerbas, pude enterarme de la verdad.

Al acto de premiación asistieron, de acuerdo con los datos proporcionados por la administración del zoo (cuya exactitud se debe a que, aunque la entrada es gratis, se extiende un ticket numerado a cada persona que ingresa), doscientas trece mil cuatrocientas cinco personas. Si hemos dicho que el zoo de San Salvador tiene una superficie máxima de ochenta mil metros cuadrados y que la mayor parte de esta superficie esta ocupada por las jaulas de los animales en exhibición, dispensarios de veterinaria, oficinas, un lago en cuyo centro surge una isla rocosa poblada de muchos otros monos, fuentes, juegos mecánicos para niños, expendios de comida o refrescos, etc., el tipo de apretujamiento humano que hay que suponer se dio allí podría ser un adelanto de lo que va a pasar en el mundo si no nos las ingeniamos para llegar por lo menos a Marte antes de cien años.

Resultados:

Un zoológico prácticamente destruido; un niño desilusionado regresando a casa con apenas el manubrio de una bicicleta que el señor Director de El Mundo logro lanzarle completa antes de que una ola humana se lo tragara y lo hiciera aparecer, desnudo ya, unos veinte metros al norte de la jaula de Pavián; veinte personas gravemente heridas a cuchillo cuando trataron de impedir por la fuerza que el ladrón que tenían al lado les llevara la cartera, el reloj y la chaqueta; treinta y tres hombres y mujeres noqueados por otros sendos ladrones que en lugar de cuchillo portaban cachiporras y garrotes; setecientas veinte mujeres de distintas edades, desnudadas en forma violenta, es decir, en uso del método de arrancarles la ropa, total o parcialmente; ochenta y cuatro mujeres violadas (cuarenta y una de ellas, previamente desnudadas en la forma anteriormente descrita; cuarenta y tres, sin desnudar); trece policías desarmados, despojados de sus botas, kepí, correaje o pantalones; siete personas (una señora de su casa, dos tenedores de libros, un sacerdote redentorista, una niña hospiciada y dos jugadores del fútbol del equipo “Lope del Río Sporting Club,” precisamente el defensa derecho y el interior izquierdo) muertos a pisotones por la multitud despavorida, momentos después de que algún chusco no identificado aún gritó: ¡Se escaparon los leones!; un estudiante muerto a tiros por la policía, estudiante al cual, se asegura en el parte oficial, se le encontró propaganda castro-comunista y un artefacto presumiblemente explosiva a juzgar por la forma, el tamaño y los ruiditos que emite; doce personas gravemente intoxicadas por picaduras de serpiente barba amarilla, cascabel, zumbadora, chinchintora y bejuquilla, a causa de haber caído contingencialmente en el foso de los reptiles; trece ventas de golosinas y refrescos borradas del mapa; trescientas trece personas capturadas como sospechosas de tratar de aprovechar el desorden para atentar contra la seguridad del Estado; un oso hormiguero, recién venido de Florida, muerto por falla cardiaca, en cuya adquisición (es decir, no de la falla cardiaca, sino del oso hormiguero) se habían invertido cinco mil seiscientos dólares en divisas del erario nacional, más de seis mil niños perdidos, de los cuales quedan en poder de la Policía ochocientos setenta y tres, para los cuales se ha tenido que erogar un presupuesto de emergencia, aunque se sigue confiando en que la responsabilidad y el amor de sus padres terminaran por hacerse efectivos en forma conveniente para todos; un supermercado de propiedad norteamericana incendiado, cuando la multitud había salido por completo del zoológico y comenzó a organizarse en forma más unitariamente destructiva, sublimando su nerviosismo en contra de grandes propiedades privadas que, una vez echado un vistazo alrededor, le parecieron de pronto ofensivas y culpables de todo; dos miembros del Partido Comunista de El Salvador expulsados sumariamente de la organización porque después del susodicho incendio comenzaron a gritar “A Casa Presidencial, a Casa Presidencial,” lo cual (independientemente de que fueran reducidos al silencio por una enérgica y bien coordinada acción de otros camaradas que por casualidad y felizmente se encontraban en las inmediaciones) comprometía al Partido en una acción típica de espontaneísmo pequeño burgués que no se podía quedar así.

Finalmente, tras la tempestad, vino la calma. Los ánimos se serenaron, las buenas costumbres se impusieron. Y la Virgen del Rosario bien contenta.

Pavián seguirá mostrando su pene color mandarina a las muchachas y, cuando reparen el zoológico, hasta los muchachos comenzarán también a llegar, displicentemente, para ver qué se va a dar Reinalda en ese terreno, inédito entre los espectáculos. Eso, claro está siempre y cuando la guerra con Honduras, que comenzó algunas semanas después de ocurridos los acontecimientos narrados en este poema, no termine por convertir al país en un zoo más apretujado que el zoo de San Salvador en la mañana del domingo que se llamó 25 de mayo de 1969.

viernes, 2 de enero de 2009

recontrarrequetetrimardicientos caraqueños

Desde estas gloriosas páginas hemos denunciado los actos más miserables, escabrosos y remarditos de algunos personajes y personeros de la vida nacional contemporánea y pretérita, recordad que Obando, el asesino de Sucre, fue rescatado del anonimato desde estas, no me canso de repetirlo, gloriosas páginas. Hablamos de los celulares y revelamos que ni movilnet, tan chavista y bolivariana, cumple con la constitución de la república mesma. Develamos la verdadera historia del despojo de que son víctimas los yukpas y baríes a 10 años de revolución y es sabido que con los ganaderos no se juega, los marditos matan al que sea por menos (los de La Mancha ® lo reprodujeron violando los derechos de autor adjudicánselo a un tal Alberto Bustos, cuando es bien conocido que fue plagiado por Alberto Carlos Bustos). Propusimos en su momento cambiar el día de la mujer para la fecha natal de mi por siempre y para siempre amada Yulimar Reyes y darle trabajo al marido de Íngrid Betancourt. Buscamos un abogado a través de este humilde blog para resolver lo de canar seta y ninguno, hay que reconocerlo para escarnio de tan escabrosa profesión, dio un paso al frente… qué no hemos hecho desde acá y nunca, pero nunca, nadie ha tomado represalias en contra de ningún miembro conocido del equipo de Marditos Todos ™, hasta que se nos ocurrió hablar de los caraqueños.

Qué gentecita ésta. Mi ex amigo Rafael Gómez (con los Gómez que he conocido en mi vida, no sé por qué, siempre termino en La Rotunda), mi querido ex hermano de hace tantos años, se arrechó tanto por el contenido del artículo, que el otro día me lo encontré en Parque Central y azuzó el fiero perro de raza pitbull que posee para que me destrozara cual Tamanaco del siglo XXI; lo mismo hizo su hijastra, con la diferencia que ella tenía un dogo napolitano. Huí por las escaleras eléctricas y por mi vida y, todavía no entiendo cómo me salvé de sus afilados colmillos (me refiero a los colmillos de los fieros canes, no de los horribles humanos que los disociaron). Francisco Issa creó un grupo en el cara e libro llamado “A que encuentro 3 millones de caraqueños que odian a Alberto Carlos Bustos” y en sólo dos semanas pasó el millón y medio. En Ávila TV ponen mi foto junto a la de Ledezma, y, una muchacha que se llama Mauryn y trabaja en ese canal, me echó la maldición de los raquelos. En fin, la libertad de expresión existe en Caracas siempre y cuando no se hable la cruel verdad de lo que son los caraqueñitos de mierda. O de lo que comen.

Donde la cosa se puso fea de verdad verdad, más fea incluso que el encuentro con los canes de Rafa Gómez, fue en mi propio sitio de trabajo. No sé cómo, pero unos personajes oscuros y balurdos que apenas nombré en la crónica pasada; se creyeron las protagonistas porque al “leer” su contenido, lo medio entendieron y me la aplicaron de una manera que sólo se puede calificar de caraqueña. En el ministerio donde trabajo hay departamentos y este servidor ha trabajado en dos de ellos. La gente de cada departamento se tiene arrechera entre sí y los departamentos también se odian recíprocamente, lo curioso es que todos ahí decimos ser chavistas. Por haber paseado mi alma por dos departamentos tengo panas en dos sitios distintos del ministerio y a veces conversamos; casi siempre almorzamos juntos, que fue otra de las quejas que se han divulgado en este humilde sitio güeb: recién llegado a Caracas City comía casi todos los días solo y los panas del departamento donde trabajaba me acompañan a papear como para expiar culpas. La jefa de ellos, una persona muy horrible y mediocre, les dijo que no conversaran conmigo en mi departamento y de paso me prohibió acercarme al departamento en el que sin hacer nada útil (cómo será de mediocre y hará cosas inútiles que lee este blog en su oficina y le prohíbe a sus actuales subalternos que la vean) se gana un sueldo de los buenos. Las miserias humanas de esa tipa son de tan buena calidad que le dice a todo el que lo quiera oír que mis problemas dentales son un invento mío para agarrarme un día libre para viajar a Maracaibo, lo que no dice es que siempre llevo mis constancias médicas, ni que en la foto desdentado del final de esta bella página no está intervenida por ningún fotochop.

Mi actual jefa, apenas nombrada en el pasado, me sorprendió con su actitud desproporcionada, inmadura y mísera. Primero me envió un mensajito por teléfono reclamando un error garrafal e imperdonable en el trabajo, luego me envió un correo electrónico ladillando con el mismo temita, como si no me fuera a ver más nunca en la vida y ésa fuera la única forma de comunicarse; después me formó un verguero de esos que llaman en estas regiones “armá un peo” delante de todo el personal que estaba en una hora pico en el ministerio. Piensa que con esa bobería va a lograr algo que no sea una acidez, una cana o seguir poniéndose cada día más fea. Todos los presentes durante la lluvia de insultos me expresaron más tarde su solidaridad de clase por la pérdida de clase de mi superior inmediata, además destacaron mi comportamiento sereno como Urdaneta. Más tarde trató de que me amonestaran por escrito o algo así para crear un ambiente adverso a mi desempeño laboral para que me enviaran derechito a engrosar las cada vez más bajas cifras estadísticas de desempleo; para ser sincero, esto era lo que me parecía por mal pensao que soy, no tenía ninguna prueba. Mis malos pensamientos fueron, sin embargo, comprobados cuando me llamó a su oficina.

En casi un año que llevo trabajando en el ministerio era la primera vez que me invitaba a conversar y hasta me dijo que me sentara (esa cortesía no se ha vuelto a repetir, cosa que me agrada porque Los Aburridos morimos de pie, sino que me desmienta mi compadre Withfáther), aclaro que lo de conversar se refería a que ella iba a hablar y yo estaba invitado como oyente. Ahí dictó cátedra de temas profundos y de interés nacional para terminar concluyendo que la solución a todos los problemas de Venezuela y casi todos los de la humanidad era que o me iba del departamento o me iba del ministerio, que qué prefería yo. Preferí que ella hiciera lo que prefiriera, así que quedamos en que le iba a hacer un informe al viceministro y nos reuniríamos con él para ver qué preferiría hacer con mi estabilidad laboral.

La reunión en cuestión no se dio y estoy seguro que no fue un acto de clemencia sino lo que los abogados llaman eufemística y sarcásticamente un expediente mal elaborado. El hostigamiento tomó entonces la forma de un verguero de trabajo desde la llegada hasta la hora extra que le hacen trabajar a los pelabolas de tercera categoría como yo. Como Aburrido que soy, debo poner siempre en alto el nombre del Rincón de los Aburridos, así que hice mi trabajo sin chistar y sin protestar de la manera como mi jefa, después de 10 meses de trabajo, me exigió que lo hiciera. Es ésa la razón por la que tenía abandonada esta bitácora cibernética: me la paso mamao y ladillao por el verguero inmenso de trabajo que me ponen, pero sucedió algo que me hizo sacar fuerzas de donde casi no tengo, para contarlo.

El otro día dieron unas órdenes que implicaban realizar un trabajo imposible de hacer en una semana, lo curioso es que me avisaron el martes en la tarde y esa semana terminaba el viernes aunque no empezara el lunes. A eso le agregamos que me pusieron a hacer otras cosas de otro departamento y las personas que tenía que contactar para realizar el trabajo no aparecían. Total, que como todos esperábamos, no tuve listo el encargo para el viernes. El sábado siguiente teníamos trabajo en el ministerio. Cuando llegué la saludé con mi tradicional cortesía y ella me miró con una alegría, con una felicidad, con una satisfacción, que su cara era un poema. Los ojos le brillaban del beneplácito que la iluminaba toda, estaba tan en la gloria que ni me respondió el saludo sino que me dijo la frase que (lo puedo asegurar por la forma en que la dijo) más le quería decir a alguien. Es más, puedo asegurar por muy disparatado que parezca que sonrió, al decirme: “ah, mira, como no me entregaste el trabajo que te pedí, el lunes paso un informe negativo”.

Uno que es guevarista y buenmozo, como diría el Chino Valera Mora, se alegra cuando se realizan este tipo de milagros que contentan tanto a nuestros camaradas de lucha (la jefa es chavista y socialista aunque lo disimula muy bien) así sea a costa de pequeños sacrificios personales y, eso de hacer sonreír al Grinch, no tiene precio.

Me despido con un poema de Valera Mora ya que, como en esta crónica no empleé mi dominado y magistral salto de párrafo, emplearé la del colofón ultroso y ñángara que, en esta ocasión de estreno, dice así:

En cambio uno que es terrorista y buenmozo
y cuestionador y buenmozo y guevarista
y buenmozo y buenmozo y triste en su recuerdo
y douglista y más buenmozo cada día y así es uno
y todo este asombro es ahora mismo
y uno que no se cansa de decirse
si las montañas toman las ciudades
el mundo le va a quedar chiquito a la hermosura.